Tu cerebro necesita del movimiento diario y del ejercicio físico para funcionar correctamente.
¿Te suena el término “enfermedades neurodegenerativas” o el término “Alzheimer”? Pues sigue leyendo porque esto te interesa.
Para explicarlo vamos a empezar remontándonos unos cientos de miles de años atrás. Ya sabéis que me encanta el enfoque evolutivo en todo lo que tiene que ver con la salud y el funcionamiento del ser humano.
¿Por qué tenemos el cerebro que tenemos?
¿Sabes que el tamaño de tu cerebro no es consecuencia de nuestra mayor capacidad intelectual como especie animal? ¿Sabes que lo que ocurre es justo lo contrario? Nuestra mayor capacidad intelectual es consecuencia del tamaño de nuestro cerebro.
Pero entonces, ¿por qué nuestro cerebro evolucionó hacia un mayor tamaño?
Todo empezó con el fenómeno de la bipedestación, que abrió paso a un sinfín de posibilidades en cuanto a lo que movimiento se refiere. Sin ir más lejos, piensa en las manos. Pasaron de ser un elemento de nuestro cuerpo que únicamente nos permitía desplazarnos y agarrarnos a diferentes superficies, a ser un elemento que nos permitía tener una precisión fina para llevar a cabo infinidad de tareas.
Esa nueva capacidad en cuanto a complejidad y variabilidad de movimiento es lo que fomentó el aumento de tamaño de nuestro cerebro.
Es decir, nuestro cerebro está metido de lleno en el negocio del movimiento. Es su verdadera razón de ser. Que luego hayamos sido capaces de aprovechar ese mayor cerebro para ser la especie más inteligente del reino animal ( aunque cuando ves a ciertas personas cuesta creerlo…) es una cosa muy diferente.
Por lo tanto, quiero que te quede claro lo siguiente:
- La razón de ser de nuestro cerebro es el movimiento. Por tanto, sin movimiento se atrofia, y a una manera mucho más rápida de la que piensas.
El efecto del ejercicio físico y el movimiento en el cerebro
Vamos a ver que dice la ciencia acerca de los efectos del ejercicio físico y el movimiento en el cerebro. Además, vamos a aprender sobre cómo podemos minimizar esa degeneración de sus capacidades y disfrutar de una vida plena y sin enfermedad.
Lo primero que nos dice la ciencia, es que el ejercicio físico parece ser a diferencia de lo que se creía, una actividad cognitiva. Tan cognitiva como física.
El ejercicio aeróbico (desde andar, hasta correr, montar en bici, etc.) favorece la producción de BDNF (Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro) y aumenta la estructura (tamaño y conectividad) de áreas clave del cerebro como el hipocampo.
Los investigadores también han documentado una relación directa entre el ejercicio aeróbico y los beneficios en otras partes del cerebro, tales como el córtex prefrontal. La mejora en esta área está ligada a una mejora de la función ejecutiva del cerebro, que incluye aspectos como la planificación, la toma de decisiones o la capacidad de llevar a cabo varias tareas a la vez (habilidades que como la memoria tienden a disminuir con la edad y que son altamente debilitadas en presencia del Alzheimer).
¿Es suficiente el ejercicio aeróbico para mantener y potenciar la función cerebral?
La respuesta corta es un rotundo no. De hecho, las investigaciones apuntan a que las personas que ya realizan ejercicio aeróbico con normalidad deberían pensar en modificar su rutina de ejercicio. Lo mismo sucede con las personas que aumentan la dosis de ejercicio. Parece que ninguna de estas dos medidas parece ser suficiente para mantener y potenciar la función cerebral. De hecho, nos estamos ejercitando de una manera que para nada se acerca al máximo potencial que el movimiento y el ejercicio físico podrían tener en nuestro cerebro.
¿Y si está forma de hacer ejercicio y de movernos fuese contraproducente? (obviamente mejor hacer esto que nada…). Nuestros ancestros evolucionaron en un entorno plagado de impredecibilidad e incertidumbre; un entorno que al fin y al cabo, favorecía la variabilidad y la riqueza de movimiento.
La forma en que nos ejercitamos hoy en día se aleja totalmente de esto. Repetimos rutinas caracterizadas por la monotonía y la especialización. Esto al final, supone un estímulo muy reducido para el cerebro. Como todo, al principio tendrá grandes efectos, pero poco a poco sus beneficios serán cada vez menores.
Debemos generar unas buenas bases de entrenamiento y movimiento al principio (entrenamiento de fuerza basado en patrones de movimiento y control corporal, movilidad más analítica, etc.), pero una vez alcanzados estos mínimos, lo que más nos va a beneficiar es la variabilidad tanto en el movimiento como en el entrenamiento.
No nos encasillemos en ninguna práctica; no seamos runners, ciclistas o levantadores de pesas. Mejor, seamos capaces de responder a todas las demandas posibles de movimiento, practiquemos diferentes deportes, añadamos variabilidad a nuestros entrenamientos, pongámonos retos nuevos cada cierto tiempo, exploremos con el movimiento.
En resumen, disfrutemos del movimiento y del ejercicio físico. Os aseguro que esta riqueza motriz se transferirá a vuestra mejora en la función mental y cognitiva. No envejeces porque te haces mayor en años, envejeces porque pierdes la función para la que el cuerpo está diseñado.